La existencia de un marco constitucional en España, parece no implicar ninguna dificultad, para los nacionalismos periféricos, para tratar de quebrantarla, una y otra vez, con el silencio cómplice y en ocasiones la alianza entre aplausos del partido de los 100 años honrados.
Los acuerdos del 78, desde luego que no resultan óptimos para nadie, pero es en su carácter aceptable para todos donde reside su fuerza. Sin embargo, cada día es mayor la evidencia, que la Constitución del 78 es solo una etapa del camino para algunos, una mera fase, hacia el proyecto final, esto es, la secesión.
El nivel de descentralización de España, sin duda ha tenido dos grandes beneficiarios, de un lado la clase política española, con nuevos y suculentos cargos, y del otro el secesionismo, disfrazado de nacionalismo democrático, cuando no, con armas sobre los hombros y sangre entre las manos.
La creación de supuestas realidades culturales y nacionales en las regiones periféricas se ha visto favorecida por la delegación de poderes del estado, en definitiva, ha sido un proceso de autodestrucción de la patria en la confianza estúpida de conformar a las ansias desleales y antinacionales de parte de las clases políticas nacionalistas, o mejor dicho secesionistas.
La pérdida de los símbolos de identidad nacionales han llegado a extremos realmente impensables, como es la marginación de la bandera patria, incluso por el PSOE, sin embargo, la bandera del PNV, convertida en bandera vasca, cuelga de la pechera de insignes socialistas como el señor Lopez, copiando el estilo Bush.
Los partidos secesionistas se sienten con autoridad moral para iniciar un proceso de reforma constitucional, perfecto, el resto, podremos igualmente sentirnos capacitados para iniciar un proceso de reforma, y en donde ellos piden más, pedir nosotros menos, es así de simple y sencillo.
Es llegada la hora, en que con altanería y arrogancia digamos alto y claro, queremos una disminución de las competencias de las CCAA. El acuerdo del 78 se puede cambiar, pero no en una única dirección, sino en una doble vertiente, si una de las partes ya no considera viable el acuerdo, y quiere imponer el todo, de sus peticiones, la otra, la nuestra, tiene el mismo derecho para decirlo.
No se debe caer en el inmovilismo, ultra conservador de aferrarse a la constitución como dogma de fe política, la vida cambia, y tal vez sea necesario un cambio de las reglas del juego, pero podemos creer que el cambio debe ser hacia un reforzamiento del poder estatal, frente al emergente reino de Taifas que se nos avecina.
El problema que atosiga a España, es el complejo histórico, el llanto eterno del secesionismo, la perorata victimista de estos, asumida como verdad por buena parte de la sociedad española, sin embargo esto arrastra hacia la peligrosa espiral de la destrucción del estado.
El debate ideológico, no debe verse empañado por lágrimas a destiempo, y mucho menos injustificadas, las ideas deben fluir, sin complejos y sin miedos, y se debe abrir el debate constitucional hacerse, no asidos al manual del pacto, sino alzando valientes nuestras verdaderas ideas, y de la confrontación de ambas, habrá acuerdo o batalla, electoralmente hablando, que defina, que bando es el que cuenta con el clamor del pueblo.
Así pues, miedos a estatutos, ninguno, cesiones al secesionismo ninguna, hay que afianzar los pies sobre el suelo de la patria, y convencidos de nuestra verdad vitorearla muy alto, yo apuesto por una España sin autonomías, ya ven, no solo ustedes desean cambios constitucionales.
-.Julio Alejandro Buenaplata