miércoles, julio 12, 2006 5:00

Miguel Angel

Un joven de 29 años, un chico normal con proyectos, una novia, familia, aficiones, ideales, consiguió que la sociedad española perdiera el miedo a ETA.

Entre el 10 y el 12 de julio de 1997, la tortura y el asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido, concejal del PP en Ermua, produjeron la mayor aflicción, pero también la mayor furia desencadenada hasta entonces contra el terrorismo. Se tocó fondo, después de treinta años y 778 muertos.

Seis millones de personas aprendieron de golpe a plantarle cara al Mal en la calle, armadas sólo con pintura blanca en las manos. Había nacido el Espíritu de Ermua, una corriente cívica que arrastró a partidos políticos y gobiernos, cambió la política antiterrorista y decantó a favor de la libertad la correlación de fuerzas con sus enemigos.

Nueve años después, la negociación en marcha del Gobierno y el PSOE con la ETA vuelve a enterrar a Miguel Ángel Blanco. La traición se resume en el hecho de que, a día de hoy, ni la familia del concejal ni la sociedad española pueden albergar la completa certeza de que los asesinos de Miguel Ángel Blanco y otros de su especie se pudrirán en la cárcel por sus crímenes.

Tampoco hoy es posible sostener que el chantaje por el que fue torturado y asesinado no vaya a consumarse.

Muerte a ETA! Muerte al PSOE!

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