Parece a estas alturas fuera de cualquier duda la vinculación estrecha PSOE-PRISA. Prácticamente es tan cerrada, que Madrid parece tener comunicación directa entre las calles Ferraz y Gran Vía, desde luego que no se lo propongan al alcalde, que raudo traspasa la tuneladora y levanta Madrid entero por tan noble propósito, el nombre de la calle, podría ser, Jesús del Gran Poder.
La "gallardonitis" empieza a causar asco e impotencia entre muchas personas, que ven en su fingida moderación signos evidentes de colaboracionismo con el PRISOE. El malestar contra Gallardón es evidente en amplias capas sociales, incluso dentro del PP, como se vio en su enfrentamiento con Esperanza Aguirre en la lucha por la presidencia regional. Él está muy preocupado de quedar bien con quienes le interesa, que no son sus electores, ni el pueblo en general, sino precisamente quienes no le votan, sino le difaman e insultan.
Continuamente Gallardón gobierna en ofensa de sus votantes, al menos de una parte importante de los mismos. Situándose en vanguardia de la progresía, pretende repartir píldoras abortivas a niñas de 13 años (un escándalo para cualquier padre), pretende traer a Madrid la fiesta gay, y entre otras cosas pone una calle en recuerdo de Haro.
Esto último me recuerda una vez más a la doble moral. En muchas ciudades españolas hemos visto en las últimas décadas la desaparición de los nombres de calles y edificios de figuras destacadas de la España de Franco, mientras eran sustituidas por nombres de dirigentes frentepopulistas, en una maniquea versión de bien y mal, de demócrata y dictador, en la que el PP ha entrado sin intuir que consentir el pasado es perder el futuro.
Parece bastante lógico retirar estatuas de Franco, mientras nadie se atrevería a reponerla. Sin embargo se procede a condecorar al Genocida de Paracuellos. Mientras colaboradores de la URSS como éste o la Pasionaria alcanzan honores, víctimas del terror rojo quedan en el olvido, como Calvo Sotelo o el propio José Antonio.
Gallardón sigue esta política de conceder el pasado, y hasta el presente al progresismo falaz. De esto proviene la facilidad para regalar calles a los viejos símbolos caducos del progresismo, mientras se olvidan descaradamente a otros ausentes. ¿Dónde está la calle Jaime Campmany, don Alberto?
Sin duda, Gallardón logrará le resurrección en Madrid de partidos a la derecha del PP. No para de echar votantes, al final logrará partir el voto de la derecha. Yo conozco demasiada gente que ya no es que no le votará, sino que prefiere al PSOE antes que a él. Tal vez el señor Gallardón debería replantearse sus postulados políticos, es muy fácil ganar la sonrisa del rival sacrificando al aliado. El problema será cuando te abandone el aliado cansado de tus desplantes. Entonces seguramente el rival se compadezca de ti.
El daño que Gallardón provoca al PP en Madrid es irreparable. La pérdida de ilusión y votantes que sufrirá el PP el día que sus electores digan basta ya del voto útil a cualquier precio, hará que muchos se tiren de los pelos y se arrepientan de estas concesiones. No habrá remedio cuando este hecho el mal. Desde luego, Gallardón hace mucho tiempo que perdió mi voto.
-. Julio Alejandro Buenaplata